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QUÉ ES PENSAMIENTOS LOCALES
Imaginamos una colección popular de filosofía en la tradición del ensayo. Tradición que ha mantenido vivas las voces de la crítica y el compromiso irrevocable con la insistencia y resistencia vital. Reconocemos tanto las impresiones indecisas como las expresiones conceptuales, la silueta o el contorno posible hacer convivir miradas dispares, tanto las que captan el mundo de cerca, comprometidas con el detalle, como las que permiten entrever de lejos, tramadas por los ojos entornados. No proponemos aquí un estéril debate entre objetividad y subjetividad, sólo creemos que por parcial que fuera una mirada hay caminos hacia el concepto y los hay hacia la opinión. Nos interesa la posibilidad de hacer convivir en el ensayo filosófico local, los mil ojos de la diferencia, sin que el prodigio del pensamiento se desvanezca. Por ello, nos provocan a pensar tanto las miradas directas como las oblicuas, las que creen atesorar una verdad, como aquellas otras que se disponen en el ángulo que entorpezca menos el movimiento del objeto.
Nos aventuramos en una tradición de polemistas y estilistas, en la que las “ideas propias” yacen en el magma indiferenciado de voces entremezcladas, haciendo convivir la fidelidad a las obras que interrogan y el punto de vista que recrea los vínculos con las fuentes. Tradición, en la que el intérprete con criterio y movimiento afectivo personal inaugura pensamientos anunciadores de una época aún no avistada en todos sus términos conceptuales. Como si dijéramos que en ésta conviven el ímpetu expositivoinstruido y la intuitiva y áspera incuria espontánea, la apropiación fundada en citas de autoridad y el desvío creativo, los modos cultivados en tiempos de calma y otros imprecisos amasados en tiempos de convulsión, los gestos serenos de una técnica filosófica y la intuición inaugural encarnada en la experiencia, la evocación de una ontología definidora de un sentido y un modo de autogobierno práctico para la vida.
Nos interesan los escritores a contrapelo, que hablando idiomas singulares y estableciendo posición crítica, hacen de los problemas que plantean una dramaturgia.
La filosofía es, para nosotros, una posición singular de un singular, y por lo tanto, requiere de ritmos, figuras y estilos, también singulares. Filosofía inseparable de un modo de escritura, de apropiación y de transformación de una tradición, a la que se valora, pero no como última palabra; porque nos interesa en el conjunto los puntos de inestabilidad que sirvan de enlace con un futuro distinto. Cuando imaginamos esta colección, un sólo acto de conciencia y emoción acompañó el entusiasmo. Sabíamos que nos dirigíamos a un público amplio. Pero la constatación abrió la pregunta: quién será el destinatario de una colección popular y local de filosofía.
Un texto de filosofía vive en nuestra contemporaneidad como una botella lanzada a las aguas movedizas de un mar indiferente, sin embargo, una colección no se reduce, para nosotros, a un conjunto de libros-botellas ajustados de antemano a un público acotado, en la medida en que alcance la forma de una intervención, de una cierta capacidad para evocar la palabra de pueblos por venir. Una intervención apela a la reserva virtual frente a la actualidad de un estado de cosas dado, porque enfrenta al mismo tiempo, el nihilismo según el cual “no hay mucho en que creer” y la política revocable que piensa de antemano todo lazo social como precario. Ante una sociedad como la nuestra, constituida por identidades efímeras —amenazada por vínculos sociales fragilizados, modelos laborales deleznables y por una única velocidad de vencimiento de las mercancías— elegimos imaginar una intervención capaz de hacer de la inestabilidad de nuestro tiempo una apertura del sentido que resiste abierto y vigilante.